Como todos, cuando se aburría, se ponía a pensar. Aquella tarde recordó que cuando era una niña le gustaba hacer puzzles, completarlos, encajar todas las piezas, y luego desmontarlos para guardarlos en la caja. Tenía una caja, de aquellas redondas de las galletas -que (casi) todas las abuelas usan como costurero-, donde guardaba los puzzles que tenía, todos mezclados. Volcaba la caja en el suelo y, al ser diferentes por detrás, buscaba los que eran iguales para empezar a armarlos. Y así pasaba algunas tardes.
Y de repente, se dio cuenta que la vida es como un gran puzzle. Una vez había dicho que "todo encaja" y eso es cierto. Así que no era tan de locos pensar que la vida de las personas se asemejase a un puzzle de aquellos. Sí, de hecho, era así. La gente se empeña en tener todo, es decir, en completar el puzzle. Tener todas las piezas juntas, armadas. Y cuando alguna pieza les falta, bueno, cuando faltan piezas...se abruman un poco.
- Porque, a veces, los puzzles no tienen por qué estar completos.
- Porque, a veces, no tiene por qué llegar el final, no hay por qué terminar el puzzle.
- Porque, a veces, hay que desarmar todas las piezas y volver a empezar de nuevo.
- Porque, a veces, las piezas no tienen por qué encajar las unas con las otras.
- Porque, a veces, puedes reencontrar piezas que antes creías que no encajaban en ninguna parte.
Creo que ni siquiera debería haber un final.
(dicen que, un final feliz, es como un cuento sin acabar. Y esto también es cierto. Pero no sé hasta que punto)