Nothing like you

NOTA ANTES DE LEER EL CONTENIDO DEL BLOG: Por favor, NO te apropies de lo que no te pertenece.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Más cosas que nunca te dije:

Ya no tengo dudas de esto: nos condenamos a vivir sometidos bajo el tiempo. Un reloj -en realidad, cualquier reloj- conduce nuestras vidas. El tiempo nos domina, nos arrastra y le perdemos. Miramos el reloj continuamente, miramos la hora qué es, cuánto falta para lo siguiente que vamos a hacer y al final acabamos controlando todo con el tiempo para ver si hemos llegado tarde o demasiado pronto. A veces hay situaciones críticas donde nos quedamos sin tiempo porque no nos damos cuenta y se nos olvida mirar el reloj, otras veces sabemos llegar pronto y otras en cambio, el tiempo es quien decide las cosas, porque con el tiempo todo se acaba viendo. Ya sabes, eso que dicen que el tiempo es el único que pone a cada uno en su lugar...
El tiempo, es siempre el mismo tiempo, el ritmo no varía, aunque lo pueda parecer. Hay momentos que tardan una eternidad en llegar y cuando llegan es como si sólo hubiesen sido un segundo en nuestra vida. Cuando nos encontramos ante momentos felices, el tiempo (se nos) pasa extremadamente rápido, como si alguien hubiese puesto 16x para adelantar la película. En cambio, los momentos más duros, más difíciles o más incómodos, transcurren tan lentos, que parece, que en otra escena de esa misma película, alguien esta continuamente dando a la pausa.

...Y ahora, estoy en una de esas situaciones críticas. Crítica porque...es como la vez aquella que dije que nada me podía parar. Con la diferencia de que ahora sé que sí hay algo que me puede parar. Algo más allá de las palabras. EL TIEMPO. Lo he perdido o lo estoy perdiendo y aquí estoy colgada de la aguja del minutero esperando para ver desde aquí como tiro por la borda mi vida. Porque lo acabaré haciendo...tiempo al tiempo.

Y sí, nunca te lo había dicho. Tengo miedo a todo y especialmente al tiempo, a perder-lo. O a perderte con el tiempo. Una de las dos cosas...o las dos.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Que ya no quiero ni promesas, ni sorpresas...

Que sí, que tengo la mirada titubeante y la sonrisa partida. Y es que hoy les he tenido que decir a los recuerdos que dejen de venir a buscarme, porque cada vez que llaman a la puerta me destrozan las entrañas... 


Que vale, que como tal vez lleven razón esos que dicen que la ignorancia hace la felicidad...me he apuntado a clases de Olvido...espero que no se me olvide ir.


¿Que dices que me estás llamando? ahora si eso busco el cargador, que hoy la batería del corazón me está fallando y hace un rato tenía los latidos muy débiles...creo que se me ha apagado.


(y que dice mi lengua que lo que pasa es que hoy cuesta arrancarme las palabras...)

*según el profesor de lengua castellana y literatura:
en el examen he buscado tantos pronombres "que"
que al final me he acabado quedando sola............

lunes, 15 de noviembre de 2010

A esto, que llamo mi vida...

Si un día más es un día menos, si la vida es eso que pasa mientras mueres, entonces no entiendo porque cada día me siento más viva.

Más viva...o quizá más atada a la vida. Antes, cuando no era nadie, o creía no ser nadie, no valoraba lo que era vivir. Ahora, que soy la chica que cuando camina por la acera intenta no pisar las rayas y la chica que se inventa conversaciones que nunca han ocurrido (ni ocurrirán) y que mete todos los bolígrafos con la misma posición en el estuche porque si no no es feliz y la chica esa que se agobia porque tiene que estudiar y deja todo para el final y luego no se explica las notas que saca y la que piensa que no debería sacar esas notas y que ojalá un día se estrelle para empezar a cambiar un poquito y esa que un día dijo que pensar mal es acertar y se dio cuenta de cuánta razón tenían aquellas palabras porque cada vez que desconfiaba y le decían que se equivocaba, el tiempo al final le acababa dando la razón. La chica que antes andaba por ahí desperdiciando su vida y malgastando minutos con causas perdidas y que no sabía hacia donde virar el rumbo de su vida ni de sus sueños porque no le importaba nada. Y la chica que, no sé si es que tiene un sexto sentido o que sabe usar demasiado bien la lógica, predice o adivina cosas que luego suceden y esa chica que siempre dice que no va a volver a hacer algo y luego siempre lo acaba haciendo, aunque le duela, porque en el fondo le gusta el dolor y su vida gris y áspera y su corazón agrietado y le gusta también su mente difusa y contradictoria y sus ideas que parecen sacadas del guión de una de esas películas donde noséquién quiere acabar con el mundo y le gustan todas esas cosas "malas" que mitad de la sociedad detesta y esa chica que odia la sociedad hipócrita en la que vive y esa que podría pasarse horas hablando de ella y sus millones de defectos porque un día descubrió que la mejor manera de hablar de ella misma era en tercera persona. La chica que ahora cuando abre los ojos sabe que hay una razón de peso para seguir viviendo en este mundo asqueroso. Ahora, que soy ese tipo de chica, aunque nunca he sabido qué tipo era exactamente, porque a menudo me tildaron de rara, he aprendido a valorar cada instante de esta vida, aunque sepa a poco. Lo sé, lo sé...Me he vuelto loca. Tal vez más loca de lo que ya estaba...





(ahora, que el libro de mi vida lleva escrito en cada página tu nombre y hoy está de cumpleaños y que es posible que el próximo capítulo de ese libro te culpe de que alguien haya aprendido a valorar la vida y de que también alguien cada vez crea más en las casualidades)

viernes, 12 de noviembre de 2010

Donde duele: inspira.

- Eso que sabes hacer con las palabras, de convertirlas en balas y luego disparar. Eso, me gusta. Y no es herir; se llama suerte. No todo el mundo sabe ser sincero cuando tiene que serlo...




(desde que orbitas en sentido anti horario a once centímetros de mi centro de gravedad)

lunes, 1 de noviembre de 2010

Lo que no fue (pero pudo ser) de nosotros:

Después de aquella noche, dijeron adiós como si nada. Tal vez porque era lo único que podían decir. De hecho, no encontraban más palabras para aquella situación. Un "hasta pronto" habría aliviado, pero no era lo que esperaban. Después de tanto tiempo, todo había quedado resumido en una sola noche. Ni siquiera llegó a una noche, fue una hora y media. Una hora y media que ella quería recordar toda su vida. Una hora y media que quizá él acabase olvidando cualquier día.

Se quedaron sin decir "te quiero". Él no resultó ser quien adivinase sus pensamientos. Ella nunca se aprendió su número de teléfono a la primera. No hubo muchas llamadas, ni de esas que no sólo acortan distancias, sino que también alargan conversaciones. Tampoco hubo mensajes de madrugada, ni mensajes a las ocho de la mañana. Él nunca descubrió que a ella le gustaban las galletas. Ella nunca supo cuál era su grupo favorito. Nunca se miraron fijamente sin quitar la mirada rápido. Él no se fue silbando después de despedirse de ella. Porque no hubo más despedidas. Nunca se tumbaron en el sofá con una manta ni en la cama. No se abrazaron como si el mundo se fuese a acabar. Nunca fueron ellos mismos con ellos mismos. Él no le pidió que cantase en el coche. Ella nunca le dijo que escribía para él. Porque nunca hubo nada de verdad entre ellos.

Y, como si de una cruz se tratase, sus caminos, que se encontraban separados, se juntaron una noche para volverse a separar. Y dijeron adiós como si nada. Pero sabían que no era como si nada.