No pienso rendirme. No me da la gana. Aún me quedan motivos de sobra para seguir luchando como si nunca hubiese perdido. Pienso romperme, descoserme, partirme, dejarme el aliento, doblarme del dolor. Aunque me tengan que dar puntos de sutura por las costuras, pero no voy a tirar la toalla. Nunca es tarde. Y perder una batalla no significa que sea imposible ganar la guerra.
(Cuando pierdo la esperanza y dejo de creer, este lugar me enseña a volverme a encontrar. Allí siento que, a pesar de que las luces del camino nos deslumbren y nos hagan probar el sabor a derrota, merece la pena seguir nuestros sueños. Sólo tengo miedo a una cosa: no volver a sentir lo que siento estando allí)